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Adaptar las instalaciones antiguas, no sólo mantener, es una buena medida en favor de la seguridad. Adaptación de instalaciones eléctricas al REBT actual |
Adaptación de Instalaciones Eléctricas Antiguas al REBT: Guía Completa para su Modernización Cuando nos enfrentamos a una instalación eléctrica antigua, su actualización al vigente Reglamento Electrotécnico para Baja Tensión (REBT) no es solo una cuestión de normativa, sino una necesidad de seguridad y funcionalidad. Este proceso, técnicamente complejo pero esencial, requiere un enfoque metódico que garantice el cumplimiento de los estándares actuales mientras se preserva la integridad del inmueble. Evaluación inicial: el diagnóstico como punto de partida Todo proceso de adaptación comienza con un exhaustivo análisis de la instalación existente. En viviendas con varias décadas de antigüedad, es frecuente encontrarse con cuadros eléctricos obsoletos que carecen de los actuales dispositivos de protección, cables de aluminio en lugar de cobre, o incluso la ausencia total de toma de tierra. Una inspección visual permite identificar estos elementos, pero es la medición con instrumentos especializados - como el telurómetro para comprobar la resistencia de tierra o el megóhmetro para evaluar el aislamiento - lo que proporciona datos objetivos sobre el estado real de la instalación.
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Adaptación instalaciones eléctricas antiguas |
La modernización del cuadro eléctrico: corazón de la seguridad El cuadro eléctrico actúa como sistema nervioso central de cualquier instalación. En el caso de viviendas antiguas, su actualización implica la sustitución de los antiguos fusibles por interruptores magnetotérmicos (PIAs) que protegen cada circuito individualmente, la instalación de un interruptor diferencial de alta sensibilidad (≤30mA) que prevenga riesgos de electrocución, y la incorporación del interruptor de control de potencia (ICP) cuando no exista.
La normativa actual exige además la protección contra sobretensiones, un elemento de seguridad ausente en instalaciones de más de dos décadas. Cableado y distribución: sustitución y adecuación Las conducciones eléctricas antiguas presentan múltiples puntos críticos. Los cables de aluminio, habituales en instalaciones de los años 70, deben reemplazarse por conductores de cobre con secciones acordes a las demandas actuales: mínimo 2,5 mm² para enchufes y 1,5 mm² para iluminación.
Igualmente importante es la eliminación de empalmes peligrosos y la instalación de tubos protectores en zonas donde no existan, garantizando tanto la seguridad como la posibilidad de futuras ampliaciones. La toma de tierra: elemento fundamental de protección Quizás uno de los aspectos más críticos en viviendas antiguas sea la ausencia de sistema de puesta a tierra o su deterioro por el paso del tiempo. La instalación de un nuevo electrodo de tierra, con conductores de sección adecuada (≥6 mm² en cobre) y bornes normalizados, junto con la verificación de que su resistencia sea inferior a 20 ohmios, constituye una mejora sustancial en la seguridad de la instalación.
Documentación y legalización: el último paso formal Una vez completados los trabajos, la emisión del Certificado de Instalación Eléctrica por parte de un instalador autorizado y la obtención del Boletín Eléctrico mediante un Organismo de Control Autorizado (OCA) son trámites indispensables. Estos documentos, que incluyen esquemas actualizados y resultados de las mediciones realizadas, deben presentarse ante el organismo competente de la comunidad autónoma correspondiente para su registro.
Puesta en servicio: comprobaciones finales Antes de considerar finalizada la intervención, es imprescindible realizar una serie de verificaciones prácticas: prueba del diferencial mediante su botón de test, medición de tensiones en todos los puntos de utilización, y comprobación de que las protecciones actúan correctamente ante fallos simulados. Solo así puede garantizarse que la instalación, ahora renovada, cumple con todos los requisitos de seguridad y funcionalidad que exige el REBT. Este proceso de adaptación, aunque en algunos casos suponga una inversión considerable, representa la única forma de garantizar que una instalación eléctrica antigua ofrezca las mismas garantías de seguridad que una de nueva construcción, protegiendo tanto a las personas como a los bienes frente a los riesgos derivados de una electrificación obsoleta.